Mantenía su recuerdo fuera del alcance de su alma mientras frotaba sus manos para quitarse el frío. Los chasquidos de la madera comenzaron a calentar el ambiente. La noche miraba indiferente mientras abría las trabas del estuche. Pronto la gente se fue arrimando al fuego de sus notas. Notas que avivan sus nudillos, que lloran con su alma y que se pierden en el viento...
Su velocidad iba en aumento, los acordes se transformaron en arpegios y los arpegios en escalas. Sus dedos danzaban entre las cuerdas mientras su corazón, viejo director de orquesta, iba entrando en calor. La gente seguía acercándose, algunos solamente para calentarse, otros para verlo tocar, pero nadie por la fuerza de su música o el significado de sus notas.
Lentamente comenzó su viejo ritual, ritual que llevaba ya varios años, ritual que servia para abrir esa pequeña puerta trasera en su corazón... puerta por la que se escapan las miradas tristes, las lagrimas solitarias y los llantos desconsolados. Escalas encadenadas entre acordes de virtuosismo amuraban sus lagrimas detrás de sus ojos. El ya no sentía frío, ya no le importaba el fuego... solo la música. Para el no hay lugar mas frío que su alma... y no hay mejor hoguera que su guitarra.
Pronto el sonido se vio ahogado por el silencio. El director bajo los brazos y sus dedos, perdidos, dejaron de moverse. Una ultima blanca, fugitiva, baja el telón dándole lugar al silencio. La gente comienza a irse. Gente que no entiende la música y que mira sin observar, sin sentir... gente que interpreta de la misma forma que un bebe interpreta los colores de un televisor... de la misma forma que un adulto pretende entender el amor leyendo libros de psicología.
Solo nuevamente se encontró. Solo con las brazas - restos muertos de una vida. Solo nuevamente con su amante de madera, solo nuevamente con su recuerdo... Simplemente solo... nuevamente...
Posteado a las 11:49 del martes, 19 de diciembre de 2008